Recomendaciones para proteger la salud ante la presencia elevada de ozono en el aire
El ozono es un componente, en muy baja concentración, del aire que respiramos.
Cuando su presencia aumenta, puede afectar a la salud de la población que realiza actividad física al aire libre sobre todo niños o niñas, personas mayores... u otras especialmente sensibles al ozono. Esta situación suele ocurrir los días de mayor irradiación solar, especialmente en verano. El siguiente cuadro trata de ayudar a conocer las medidas recomendadas para proteger la salud.
El ozono (O3) es un gas muy oxidante y reactivo presente en la atmósfera en muy bajas concentraciones y con diferentes características en función del lugar donde se encuentre.
Así la mayor parte del ozono se encuentra en la estratosfera (entre 12 – 40 km de altura). Se trata del ozono estratosférico, popularmente conocido como capa de ozono, que desempeña una función protectora para la vida en la Tierra y actúa como filtro de la radiación ultravioleta que llega a la superficie. La disminución de esta capa de ozono provoca que recibamos mayor radiación ultravioleta con los consiguientes efectos perjudiciales para la salud.
Por otra parte, el ozono troposférico es aquel que se encuentra en la zona baja de la atmósfera, en el aire que respiramos y se trata de un contaminante que puede producir daños en la salud humana y en la vegetación dado su fuerte carácter oxidante.
Este ozono troposférico es el denominado “ozono malo”, que puede tener consecuencias directas o indirectas en la salud humana, en el crecimiento y fisiología de las plantas o en el funcionamiento de los ecosistemas (potenciación del efecto invernadero).
El ozono troposférico puede generarse a través de diferentes vías:
Como resultado de procesos naturales derivados de emisiones de compuestos procedentes del suelo y la vegetación, en las tormentas eléctricas, por intrusiones del ozono estratosférico y fundamentalmente tiene un origen antropogénico como resultado de una serie de reacciones químicas de los contaminantes primarios o precursores (óxidos de nitrógeno y compuestos orgánicos volátiles emitidos en numerosas actividades humanas) en presencia de oxigeno atmosférico y luz ultravioleta.
Estos precursores producen niveles elevados de ozono (contaminante secundario) en determinadas condiciones meteorológicas tales como cielos despejados, con intensa radiación solar, temperaturas altas y ausencia de viento. De ahí que los niveles más altos se registren habitualmente entre mayo y septiembre y en las horas centrales del día, con mayor irradiación solar.
En la medida que aumenta su concentración en el aire que respiramos, pueden ir apareciendo problemas respiratorios y exacerbación del asma, causando ligeras irritaciones en las mucosas oculares y del sistema respiratorio y provocando tos y sequedad de garganta.
A mayor concentración puede provocar un empeoramiento de la función pulmonar, malestar general, dolor de cabeza, disminución del rendimiento, fatiga, mareos, etc. Y si los niveles siguen aumentando, además de los síntomas anteriores aparecen náuseas, dolores pectorales al inspirar profundamente y disminución temporal de la capacidad pulmonar.
Una exposición prolongada a altas concentraciones de O3 puede alterar el sistema inmunológico del aparato respiratorio, volviendo a las personas más susceptibles a las infecciones del mismo.
Los efectos no se manifiestan por igual en todas las personas. Hay grupos de población más susceptibles de verse afectados por altos valores de ozono, como son:
- Personas con patologías cardíacas o respiratorias (asma, bronquitis...), diabetes o inmunodepresión.
- Población infantil menores de 6 años y personas mayores.
- Mujeres embarazadas.
- Personas que por su trabajo pasan mucho tiempo expuestas al aire contaminado.
Por otra parte hay que señalar que también hay personas especialmente sensibles al ozono que experimentan efectos a niveles relativamente bajos que no afectan al resto de población.
Cuando se registren niveles altos de ozono si se realiza una actividad que requiere un gran esfuerzo físico, puede reducirse el tiempo dedicado a esa actividad o sustituirla por otra que requiera un esfuerzo moderado (por ejemplo, dar un paseo en lugar de correr). También pueden planearse actividades al aire libre cuando los niveles de O3 sean menores (por la mañana o al atardecer).
En el caso de que se produzca una situación de alerta (episodio de contaminación severo), lo recomendable es evitar actividades al aire libre que exijan esfuerzo físico.
El Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente publica a tiempo real datos obtenidos en los analizadores de la red de control de la calidad del aire que se pueden consultar en la siguiente dirección:
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