Alcohol
El alcohol es una droga cuyo consumo está plenamente normalizado en nuestra sociedad. Su arraigo es tal que difícilmente se concibe un acto social o celebración sin consumirlo. Esta profunda interiorización del alcohol en nuestra cultura altera la percepción del riesgo que se tiene de esta droga. Tanto es así, que en la escala de percepción del riesgo derivado de su consumo, ocupa el lugar más bajo. (Euskadi y Drogas 2012).
La percepción subjetiva que tiene la ciudanía respecto del consumo de alcohol, no se corresponde con la realidad sobre su efecto negativo en la salud. El consumo de bebidas alcohólicas se ha asociado con cerca de 60 tipos diferentes de enfermedades y circunstancias no deseables. Entre ellas se encuentran las lesiones mentales, trastornos del comportamiento, enfermedades gastrointestinales, respiratorias, cardiovasculares, óseas y musculares, cáncer, trastornos inmunológicos y reproductivos, además de daños perinatales (mayor riesgo de parto prematuro y bajo peso al nacimiento) y accidentes de tráfico.
En la población jóven el consumo de alcohol perjudica el desarrollo cerebral (problemas de memoria y aprendizaje) y afecta al sistema nervioso (se reacciona más lentamente a cualquier estímulo, se sobreestima la capacidad de aguantar los efectos de una gran cantidad de alcohol, y no se es consciente de los riesgos). También favorece los comportamientos violentos (peleas y agresiones sexuales) y la practica de sexo sin protección (embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual como el SIDA).