El principio de igualdad consagrado en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y propio de las sociedades modernas en las que todos los hombres, por el hecho de serlo, son iguales ante la Ley, goza de profundas raíces en la sociedad vasca. La tradición jurídica vasca, confirma que todos los vascos son hidalgos por tradición y por Ley votada por ellos, hasta el punto de reconocerse que "la trascendencia de la nobleza vasca reside en su Universalidad. La gloria es colectiva".

Y es que la igualdad, en Euskadi, es una tradición ininterrumpida de siglos, una lenta elaboración de generaciones dedicadas al trabajo, que se soporta en el hecho de que en cualquier disciplina los antepasados vascos destacaron honestamente por un trabajo continuo, ensalzando así su nobleza originaria. Ahora bien, la absoluta igualdad, soñada por algunos teorizantes, es una utopía y es ley de vida el progreso del que vale.

De ahí, que en un país como Euskadi, occidental y moderno, en el que todos los hombres nacen iguales y son acreedores de las mismas oportunidades, las distinciones sociales se otorguen como reconocimiento público de un acto o de una conducta ejemplar. Pero es que además, las personas precisan de símbolos para identificar esperanzas y aspiraciones y para proyectar su futuro. Propiciar que en Euskadi esos símbolos estén identificados con personas cargadas de tesón y voluntad, capaces de asumir riesgos y aceptar dasafíos, entregadas en su profesión y solidarias con la sociedad, en la que proyectan sus éxitos, es una garantía de progreso.greso.

Decreto 236/1996 de 22 de octubre, por el que se regula la concesión de Distinciones y Honores del Gobierno Vasco.