Sin embargo, las transformaciones de la cultura y la comunicación en las dos ultimas décadas evidencian, mas que nunca, que la relación entre cultura y comunicación es estructural de forma que la actuación publica en estos campos no puede dejar de trabajar simultanea y conjuntadamente en ambos niveles, so pena de comprometer sus objetivos tanto sociales como incluso económicos. Las políticas de comunicación en efecto, no solo afectan directamente al espacio político, sino al espacio público en general, como lugar de interrelaciones sociales en todos los campos simbólicos. Y la socialización de la cultura no puede tener lugar sin un dispositivo de comunicación -, promoción, distribución -capaz de hacer efectiva la diversidad cultural para su único destinatario posible: los usuarios.por su parte, las políticas de sociedad de la información que olvidan tanto los contenidos culturales y comunicativos como los usos sociales redundan en acciones miopes , que tratan a las tecnologías en un esquema vertical y de mercado oferta-demanda , que ha conducido a múltiples fracasos económicos y fracturas sociales. La problemática del servicio público en la era digital se engarza en este marco triple. Considerado bajo la óptica exclusiva de la política en muchos países, pero también en las propias instituciones europeas, esta separación ha propiciado un despilfarro de su potencial al servicio de la diversidad cultural y comunicativa y de la sociedad de la información para todos. Radicada en lugares administrativamente políticos ha aumentado su separación de los proyectos culturales y de desarrollo de la sociedad de la información. Y ello pese al discurso hegemónico de la llegada inminente de una sociedad de la información universalizada que brilla en nuestros países por su ausencia.
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Fecha de la última modificación: 18/11/2005 |