103. Casa Kadaltso (Zamudio)
ETAPA 6: GERNIKA-LUMO • BILBAO
De casa solar a caserío
Desde finales de la Baja Edad Media las familias o instituciones (religiosas o civiles) que cuentan con propiedades rurales comenzarán a construir caseríos destinados a ser arrendados. El objetivo es sacar el máximo rendimiento a terrenos que, de otra forma, sería preciso gestionar personalmente. De esta forma, tras una inversión inicial, el titular de la propiedad obtendría una renta anual por parte del arrendatario, que se haría cargo de explotar los terrenos adscritos al caserío a cambio de una cantidad, generalmente en especie.
Esta tendencia se incrementará aún más en los siglos siguientes, especialmente por parte de las más importantes familias, que progresivamente, a través de sus políticas matrimoniales, se harán con nuevas tierras y casas de linajes menores. El aumento demográfico que se vivirá en el País Vasco a partir, al menos, del siglo XV creará una demanda que impulsará la roturación de nuevas tierras, bien desgajadas del comunal, bien particulares antes dedicadas a otros usos, y la creación de nuevas casas de labranza. Así, el caserío disperso se irá extendiendo y ocupando zonas cada vez más alejadas de los núcleos originales de villas, anteiglesias y barriadas.
La tendencia fue la construcción de edificios en los que se primara la practicidad de la construcción a la suntuosidad. En primer lugar porque la inversión que se realizaba, en general, solía ser la mínima. Por otro lado, era preciso ofrecer una casa que permitiría la actividad agropecuaria, que sería la realizarían sus inquilinos. Un edificio carente de espacio de establo o una planta bajocubierta apto para guardar y secar los productos de la tierra, por ejemplo, no servía a las necesidades de los arrendatarios.
En bastantes ocasiones, la casa puesta en arrendamiento solía ser un antiguo palacio de un linaje menor, en el que ya no habitaban quienes las habían recibido en herencia. Si en su construcción se había buscado la suntuosidad era frecuente el tener problemas para conseguir inquilinos.
Este es el caso la casa Kadaltso, que era propiedad de María Díez de Cadatso. Este linaje mantuvo la propiedad sobre el caserío hasta 1931, aunque hacía tiempo que sus descendientes ya no habitaban allí. El ascenso social de la familia les llevó a la corte, en Madrid, y a Cádiz, dedicados al comercio americano y eran propietarios de otros caseríos en Bizkaia. De hecho, uno de los descendientes de la casa es el gaditano José Cadalso Vázquez (1741-1782) quien se distinguió por su faceta de literato.
Como consecuencia, la casa solar de Kadaltso ya había sido reacondicionada para habilitar a inquilinos arrendatarios, mediante la separación de 4 viviendas distintas. En este caso, puede decirse que desde la última obra documentada (realizada algo antes de 1726), no parece haber sufrido grandes cambios. Posiblemente se deba a que, desde un inicio, las características del inmueble fueron propicias la explotación agropecuaria.
Características de Kadaltso
Se trata de un caserío de planta rectangular, que consta de planta baja, planta principal y bajocubierta. Los muros perimetrales son de mampostería, excepto en las esquinas y en algunos vanos, donde se emplea la sillería arenisca. El uso de la mampostería también se observa en la fachada principal, en las estancias ubicadas a los lados del zaguán, aunque nos paños sustentantes, sino que rellenan el hueco entre las vigas y las paredes laterales. En el muro trasero zaguero, se abre una pequeña ventana de arco de medio punto, que remite al siglo XVI.
En el frente la estructura de la fachada es de madera, empleando el ladrillo para levantar los tabiques entre las vigas y los pilares. Son destacables los dos pies derechos enterizos que recorren las tres plantas principales en el cuerpo central. Una viga forma el dintel del zaguán, que se halla refozado mediante una columna toscana, añadida de inicios del siglo XVIII. Del mismo momento es el escudo de los Cadalso, que preside la fachada principal. Bajo él se ubica el letrero instalado en 1954 que recuerda la ascendencia del escrito gaditano.